Ante el budismo, un escéptico (más bien de
tipo occidental) es probable que tenga sensaciones contradictorias. Por un
lado, sin duda tenderá a ver el budismo como una religión más al servicio de la
humana necesidad de recibir seguridades tranquilizadoras. Pero, por otro lado,
será difícil que no entrevea en él algunos rasgos inusuales en las religiones
convencionales, lo que podría hacerle dudar de ese juicio inicial. Si esa duda
despierta su curiosidad y se decide a indagar, hay que suponer que se terminará
por imponer una de esas dos posibilidades. ¿Un bienintencionado engaño más a la
credulidad humana o una propuesta razonable para estar en el mundo ajena a
dogmas y revelaciones?
Aquí se quiere proponer
una indagación sobre esta cuestión, resaltando la aparente paradoja de que
elementos claves del pensamiento budista que suelen resultar difícilmente
aceptables para el escepticismo occidental, en buena medida, se pueden
encontrar formando parte esencial del propio pensamiento occidental.
Por lo demás, el resultado de la indagación
propuesta, se anticipa, puede resultar tan equitativamente incómodo a un
escéptico como a un budista, salvo que tanto uno como otro estén abiertos a que
las cosas no siempre sean del todo como a uno le gustaría.
Cómo punto de partida, parece necesario
aclarar sobre lo que se pretende indagar, para evitar, en lo posible, malentendidos
sobre lo que se puede entender de eso que llamamos budismo.